La gente habla con frecuencia de la etiqueta social, saben que existe, pero muy pocos se preocupan por aprenderla, enseñarla y sobre todo, vivir en torno a ella. El error queda explícito, cuando dentro de círculos de amigos o actividades empresariales en las que se participa, se comenten inconsistencias entre lo que se desea proyectar y lo que realmente son las personas.
En el caso de los jóvenes, los problemas más evidentes surgen en el momento de cambiar de nivel de estudiantes a colaboradores de una compañía, por lo que, si antes desconocían la etiqueta social, las reglas de la mesa o carecen del dominio del protocolo corporativo, será todavía más angustiante esa transición.
El imaginario popular muchas veces indica que la etiqueta, es el uso rebuscado de reglas complicadas y pasadas de moda, creadas para subrayar las diferencias entre clases sociales. Dichas aseveraciones son totalmente falsas y más bien, debe entenderse que el buen manejo de las habilidades sociales son un compromiso que se adquiere para hacer que la vida compartida, sea más armoniosa, justa y agradable; algo que sin duda, facilitará el ascenso social y profesional en todo momento.
Vivimos tiempos de cambios muy acelerados, en donde las necesidades del joven como nuevo profesional lo obliga a competir en todos los niveles en los que se va a desarrollar en el futuro inmediato. Este nivel de competencia, obliga a cualquier trabajador a que cada día ofrezca mejor preparación académica y presencia física, para mostrarse con más seguridad y confianza ante sus públicos objetivo.
Hoy más que nunca, las empresas buscan que sus ejecutivos, aparte de los conocimientos académicos por los que fueron contratados, mediante los buenos modales, el manejo de la voz, la presentación personal, buena redacción y ortografía, y la cortesía en general, fortalezcan la imagen corporativa y por ende, la reputación de la marca que representan. La etiqueta nos ayuda entonces, a “saber ser y saber estar” dentro de los diferentes ambientes sociales y laborales, en los que convivimos a diario.
Por esta razón resulta imperante conocer todo lo que involucra nuestra imagen y nuestro dominio de las reglas del buen comportamiento social y corporativo, pues es ahí donde unas personas se destacan más que otras y el porqué las oportunidades se ganan o se pierden. La etiqueta se convierte en un poderoso instrumento para el desarrollo integral en el mundo en que vivimos.
Conocer a fondo los roles que nos toca vivir en diferentes momentos de nuestra vida, manejar con naturalidad la etiqueta en la mesa, el protocolo empresarial, el arte de la oratoria y la escritura, saber vestir y caminar correctamente, entre otros estímulos visuales positivos que podemos emitir, serán métodos valiosos y definitivos de medición que le permitirán a un superior, escoger al(la) candidato(a) idóneo(a) a la hora de tomar una decisión durante una entrevista de trabajo, o recomendarlo(la) para un ascenso vertical.